Consideramos tapiz a toda obra de lana o lana y seda, resultado de utilizar hebras de diferentes colores y longitudes según el dibujo, de forma que las hebras horizontales son mucho más numerosas que los hilos verticales. Es la principal diferencia con respecto a las otras formas de tejidos como las alfombras. La tapicería está pensada para servir de decoración enteramente mural.
La urdimbre tiene que ser resistente; para ello se utilizan materiales como lana o lino, pero sin teñir. En cambio para la trama se utilizan lanas teñidas de diferentes colores y también sedas para definir diferentes motivos.
La trama tiene que ser uniforme; por eso el tapicero tiene que tener cuidado de que todos los hilos sean del mismo grosor. Un ejemplo: para cada hilo de lana corresponden dos de seda. El maestro tapicero debe enrollar por separado cada material y cada gama de colores, para tenerla lista en las lanzaderas y así facilitar la introducción de los colores. Para la inserción de un color en otro se utiliza el plumeado, que gradúa el paso de una zona de color a otra.
Hasta bien entrado el siglo XIV no arraiga el arte de la tapicería en Europa. Durante este siglo se comienzan a realizar paños para adornar y dar calor a las frías paredes de los castillos y palacios medievales. Personajes como los duques, los príncipes eclesiásticos y en general la nobleza de alta alcurnia comienzan a decorar sus aposentos con estos trabajos textiles. Dos importantes centros productores comienzan sus andaduras por estas fechas: París y Flandes. Como ejemplo de esta producción para la alta nobleza podemos citar la magnífica tapicería gótica: “El Apocalipsis” del Museé de Tapisseries de Angers en Francia, que fue tejida por Nicolás Bataille para el Duque de Anjou.
La ciudad de Arras en Flandes fue especialmente famosa, tanto que en Italia a los tapices provenientes de esta ciudad se les conocía popularmente como Arazo, y como Arras en Inglaterra y en otras regiones de Europa. A pesar de que en sus fábricas llegaron a trabajar más de sesenta tapiceros a mediados del siglo XIV, la producción fue decayendo a finales de siglo por las guerras francesas, hasta llegar prácticamente a desaparecer.
Esta decadencia fue aprovechada por la ciudad vecina de Tournai, donde aparece la primera regulación de la producción de tapices en el año del Señor de 1398. Esta regulación nos da una idea muy precisa de la importancia de la tapicería en el siglo XIV y siguientes. Citamos varios ejemplos magníficos de la producción tapicera de la ciudad de Tournai durante el siglo XV: “Cacería de los Duques de Devonshire” (Albert Museum de Londres) “La Historia del Rey Clovis” (Museo de Reims, Francia). Las manufacturas de Tournai se caracterizan por las marcadas líneas que señalan los contornos de las figuras representadas en contraste con los de mayor ligereza de los de Arras.
En el siglo XV comenzó la producción de las fábricas de la ciudad de Bruselas, quizá una de las ciudades de más fama en la historia de la tapicería. De esta época son los llamados “Tapis d’or”, bordados con gran cantidad de hilo de oro. En la Galería Nacional de Arte de Washington podemos encontrar un magnífico ejemplo de este tipo de bordados: El Tapiz conocido como “Mazarino”.
La caza del Unicornio, serie de tapices llamados de los “mille fleurs” por tener una gran profusión de pequeñas flores en el fondo y una perspectiva plana también utilizada en las miniaturas de los códices y en los retablos de las iglesias, puede ser el mejor ejemplo de la tapicería gótica. La Caza del Unicornio se encuentra en el Metropolitan Museum de Nueva York y la Dama del unicornio en el Museo de Cluny en París. Estos tapices tienen su origen en las fábricas de Bruselas y Brujas aunque también se cita al valle del Loira con sus grandes palacios. Estos tapiceros no estaban únicamente en estas ciudades sino que eran itinerantes y viajaban realizando encargos por diversas ciudades de Europa.
“Tribulaciones de Cupido”. (Madrid)
“Decio Mus” (Museo Arqueológico de Madrid, Fundación Santa Rita de Casia de Madrid, Tarragona)
Le sucede su hijo en 1692 hasta 1713.
Trabaja con Jacob Geubels I y II y dirigirá magistralmente varias series de Rubens como:
“La vida de Decio Mus” (Patrimonio Nacional y Fundación Santa Rita de Casia, Madrid, Praga, Hamburgo, y Guimaraes.)
“Triunfos y figuras del Santísimo Sacramento” (Monasterio de la Encarnación, Madrid)
“La caza del lobo” y “La caza del tigre”, serie consagrada a la caza. (“La caza del tigre”, Fundación Santa Rita de Casia, Madrid, el otro paño en Mónaco)
Con otros dirigió:
“Los actos de los apóstoles”.
“La vida del hombre”.
“La escuela de equitación”.
“La vida de Judith”.
“La vida del hombre”.
Henry Reydams II comienza a trabajar en 1669. En 1675 se casa con Catherine Leyniers. Hija del pintor y cartonista Daniel Leyniers. Esta manufactura en 1703 tiene cinco maestros. En 1712 deja de colaborar con Leyniers.
Obras más importantes:
“Los Hombres célebres”.
“Sedón Plutarque”.
“Paisajes y escenas mitológicas”.
“Paisajes naturalistas” (Cuatro tapices, Fundación Santa Rita de Casia, Madrid)
“Los Actos de los Apóstoles”. (Viena)
“Alejandro”. (Madrid)
La serie” Decio Mus” de Bruselas. (Museé de la Ville)
“El Triunfo de la Eucaristía”. (Madrid)
“Rómulo y Remo” (San Francisco)
De Jacob Geubels II, que firma sus creaciones con todo su nombre y un anagrama, se destacan las obras:
“Decio Mus” (colección Particular)
“La Vida Campestre” con cartón de Jordanes (Hardwick hall)
“La Guerra de Troya” (Fundación Santa Rita de Casia, Madrid)
A partir de ahora el tapicero estará supeditado al artista pintor. Los pintores se dedican a la creación de los pequeños patrones y del gran patrón o cartón. La tapicería es a partir de entonces una obra pintada o diseñada y estos dos tipos de modelos se diferenciaban en que el pequeño patrón es una maqueta pequeña del cuadro y que una vez agrandada hasta las dimensiones del tapiz, nos dará lo que denominamos cartón o gran patrón. Este es el modelo que los tejedores utilizan para traducirlo en tapiz. De esta manera la tapicería es la transposición de un modelo pintado.
La pintura siempre ha estado enfrentada a la tapicería y jamás la ha asimilado, aun cuando la tapicería relaja la atmósfera, absorbe la luz, calma el ambiente y hace reposar el espíritu.
Se afirma que el paso decisivo para la iniciación del nuevo concepto pictórico en la fabricación de tapices lo daría el Papa León X al encargar al famoso tapicero Pier van Aelst de Bruselas, la serie de tapices ilustrando “Los Hechos de los Apóstoles” según los cartones pintados por Rafael entre 1514 y 1516.
Este nuevo concepto pictórico cala hondo rápidamente en el centro de las manufacturas de Europa, Bruselas que estaba amparada por el Papado y la Casa de Austria durante los siglos XVI y XVII.
Fue Carlos V, Rey de España y Emperador de Alemania el que estableció la marca obligatoria para todo tapiz producido en Bruselas, que consistía en un escudo rojo flanqueado por dos “B” (Correspondiendo una a la ciudad de Bruselas y la otra a la provincia de Brabante).
También cabe citar como otros centros de producción de tapices renacentistas a Brujas, Tournai y Grammont. Fue en estas plazas donde se hicieron famosos los llamados “Verdures” de Enghien y Oudenaarde como típicas representaciones del arte del tapiz flamenco del siglo XVI.
El pintor flamenco Bernard Van Orley fue el que adaptó la monumentalidad de los nuevos estilos italianos a la tradición realista y minuciosa de los tapices góticos flamencos. De este pintor cabe señalar una de las series que posee el Patrimonio Nacional, “La Revelación de San Juan” en la que se ve una disposición tradicional medieval, pero se intuye el nuevo estilo gótico.
La factoría de Fontenebleau, que duró apenas doce años, significó el despegue definitivo de este arte en el territorio francés y el desarrollo de las manufacturas de Gobelinos y Beauvais durante el siglo XVII. Los tejedores de Fontenebleau eran todos flamencos y trabajaron sobre cartones pintados por artistas italianos de la época.
También en Italia florecía el arte de la tapicería. Concretamente las factorías de Ferrara y de Florencia fundadas en el siglo XVI tejerían importantes series de tapices. De aquí saldrían los famosos “Grutescos” pintados por artistas italianos de segunda, pero muy apreciados. El patrimonio Nacional posee varias series de los mismos. Los motivos de estos “Grutescos” son difíciles de definir, siendo más una decoración para palacio con floreros y adornos imitando el cristal la madera, etc.
Las grandes fábricas flamencas florecen gracias al apoyo del Archiduque Alberto de Austria entre 1605 a 1613. Durante esta época este personaje adquiere más de treinta tapices pertenecientes a Katharina van den Eynde, viuda de Jacob Geubels. De este atelier se ha hablado mucho, pero hay mucha confusión entre los diferentes textos sobre la materia. La Fundación de Santa Rita de Casia posee un tapiz no de Jacob padre, sino de Jacob II, hijo, tan importante como su padre: La serie 10° “La guerra de Troya”, de título “El triunfo de Agamenón”, de finales del siglo XVI. De este importante tejedor realmente en España sabemos muy poco, no porque no sea importante, sino porque la bibliografía está en valón o flamenco, y alguna vez traducida al francés. (Al final de esta introducción el lector encontrará una breve biografía sobre los ilustres tapiceros que componen la importante colección que en este libro estamos describiendo).
Durante este siglo las manufacturas comienzan a importar su producción a diferentes cortes europeas, como la inglesa con su chambelán y la corte sueca con Gustavo Adolfo como principal cliente. Pero esta enorme producción no sería la misma sin la importante aportación de Pablo Rubens. Él fue el principal impulsor de la tapicería con sus series dibujadas con enorme maestría. Con treinta y ocho años Rubens regresa a su patria, tras una estancia de más de nueve años por varias ciudades italianas. Entra al servicio de la Infanta Isabel de España y el archiduque Alberto de Austria y abre un gran taller, donde trabajan diversos discípulos en varias especialidades. Es aquí donde da forma a diversos cuadros que tendrán como principal encargo la creación de diversos tapices. En la colección de la fundación de Santa Rita de Casia podemos encontrar varios ejemplos de este magnífico arte. Desde las series más importantes como “La vida de Decio Mus” a “La caza”, todas las tapicerías de esta colección son importantes por ser únicas, pero también por estar pintadas por este genial artista.
Entre 1615 y 1617 recrea las magníficas cacerías. Un ejemplo lo encontramos en “La caza del Leopardo” de Santa Rita de Casia. También de la misma serie “La Caza del Lobo”, etc. Rubens comienza a trabajar con los mejores maestros tapiceros, y junto a ellos cambia la forma de realizar los cartones. A partir de ahora se pintan al óleo y no al temple como hasta ahora. Esta nueva técnica facilitará la elección de los diferentes colores de los hilos para la creación de las magníficas tapicerías flamencas.
Las obras de Rubens adquieren todo su esplendor de la mano de Jan Raes, (este atelier también suele ser confundido. Cuando hablamos del gran maestro Jan Raes nos referimos a Jan II, porque maestros con el nombre de Jan Raes ha habido muchos y son difíciles de identificar) y de Van de Hecke con sus series sobre Decio Mus, Figuras del Santísimo Sacramento, etc.
En Santa Rita poseemos varios ejemplos de estas magníficas tapicerías. Como “La victoria de Decio Mus” o “Decio Mus se despide de los Lictores”. Tenemos que decir que la serie 6.1. debería pertenecer a la serie que posee el Patrimonio Nacional, tejida por Jan Raes. Y el tapiz 6.2. debería pertenecer a la serie que posee el Museo Arqueológico Nacional, tejida por Hecke.
El prestigio de la fábrica de Bruselas ha sido confirmado por las frecuentes visitas del Emperador Carlos V a la ciudad flamenca, que al ser hijo de Felipe el Hermoso, había tomado posesión de los dominios Borgoñeses de Flandes. De esta manera Carlos V se encargará de proteger y encargar la producción a las antiguas familias de liceros. Por todo esto en 1555 Felipe II funda en Madrid una fábrica de tapices dirigida por Pedro Gutiérrez. Esta fábrica será la que Velázquez retrató tan magistralmente en su óleo “Las hilanderas” del museo del Prado en Madrid.
También conocemos por textos escritos la existencia de tejidos bordados en Babilonia y Mesopotamia. Pero de ellos no hay ningún vestigio. Se ha podido comprobar que durante el tercer y cuarto milenio antes de Cristo existía un auge de la tapicera por los descubrimientos que se han hecho en varias tumbas de la región de Crimea. Estos tejidos tenían motivos de gran influencia helenística, típica del arte de Siria. Diferentes hallazgos en sus provincias nos hacen pensar que este país fue un importante centro de producción en tapicería.
De la producción de los griegos y los romanos no ha quedado vestigio alguno y sólo sabemos de ello por la producción literaria. En la Odisea de Homero se nos describe a Penélope trabajando un tapiz, mientras espera a Odiseo. Ovidio en cambio nos describe en la Metamorfosis los telares de Minerva y Ariadna.
Los romanos aprendieron el arte de tejer de los griegos. Algunas palabras latinas referidas a la tapicería son de origen etimológico griego. Pero el verdadero puente entre el arte antiguo y los tapices medievales lo encontramos en los tapices tejidos por los coptos, que eran los cristianos egipcios. Este tipo de arte floreció entre los siglos III y XII. Estos tapices fueron tejidos principalmente con trama de lana sobre urdimbre de lino, aunque también se han encontrado en seda. Hasta el siglo V estaban tejidos con la técnica del silueteado, que consistía en representar la figura de color oscuro sobre fondo más claro. A partir del siglo V aparecen los tapices policromados, que son el punto de partida de la tapicería actual.
Muy pocos de estos tapices coptos han sobrevivido. La evolución de la decoración varía desde los motivos de los antiguos faraones a los motivos heráldicos, para concluir en la ornamentación animal bordada con hilos de oro. La Universidad de Yale, en su colección Moor Collection conserva uno de estos tapices del periodo Sasanio (años 224 al 651) y otros tres del siglo XVI.
María de Médicis, viuda de Enrique IV es la encargada de la confección de varias tapicerías en su honor, como la historia de Artemisa. Muchas de estas fábricas fracasan por el auge de los tapices Gobelinos.
En la primera mitad del siglo XVII se consolidará como gran pintor de cartones el francés Simón Vouet, gracias en principio al interés del Rey Luis XIII.
En 1661, Jean Baptiste Colbert es nombrado para el consejo de Finanzas. En este ámbito destaca la creación de la fábrica de los Gobelinos; a los tapices del Rey Sol se les confía la máxima representación de fastos. Se trata de crear tapices de grandes dimensiones y de utilizar mano de obra local: así evitaban la contratación de maestros flamencos. De esta manera podían competir con las manufacturas flamencas que trabajaban por encargo para las casas reales de toda Europa a precios muy competitivos.
La fábrica de Gobelinos fue fundada en los terrenos propiedad de la familia Gobelin, que poseía una tintorería en el burgo de Saint Marcel, a orillas del Bièvres, a cuyas aguas se les atribuía cualidades excepcionales. Enrique IV funda varias fábricas en estas instalaciones. En 1662 Jean Baptiste Colbert decide ampliar estas industrias y fundar la Manufactura Real de Muebles de la Corona. En 1667 terminan las obras y se les conceden unos estatutos que implican la centralización de todas las operaciones y su protección especial por la corona. La monarquía era absoluta, el Rey era un dios, su protección tenía calidad de estado. Trabajaban al dictado del Rey y aunque tenían carácter corporativo, carecían de toda independencia económica y artística. Aunque no era una fábrica solamente de tapices, sino que comprendía todas las demás artes decorativas. La gran calidad de atelier reales convirtió el término Gobelinos en una palabra genérica que denomina un tipo de tapiz.
Una revolución tenía lugar en Francia en el siglo XVII. Los arquitectos dictan las dimensiones y los modelos de las tapicerías. Los paños deben tener unas medidas que encajen en las paredes y no al revés. Contra todo pronóstico la cultura arquitectónica clásica se afianza en Francia.
El primer director de la fábrica de los Gobelinos fue Charles le Brun, en 1667. De profesión pintor, será el encargado de proporcionar los modelos y dirigir su ejecución. Su gran dependencia del poder real hizo que los tapices tuviesen grandes fastos: primaban las figuras grandiosas sobre los colores y estos debían utilizarse para fortalecerlas. Esta fastuosidad tenía sus inconvenientes. Comenzaron a usarse grandes cantidades de oro en sus tejidos, así como también colores amarillos y bermellón. Esta última textura tiene una curiosa historia: de México se importaban las cochinillas hembras recogidas antes de que hubiesen desovado. Para conseguir un kilo de tintura se requerían ciento treinta mil insectos con sus mordientes. Para obtener su fijación en los tejidos se usaba un preparado de estaño que era secreto de estado francés en la época del Rey Sol.
Tanto hilo de oro empleaban, que las arcas de la fábrica se resintieron y tuvieron que paralizar la manufactura de “Las historias del Rey” por orden del gobierno, señal inequívoca de la crisis que tenía la fábrica a finales de siglo. La pasión del Luis XIV por los tapices se constata en el elevado inventario que se realizó llegándose a contabilizar en total 2.155 tapices, muchos de ellos repetidos hasta diez veces, variando la orla o cenefa.
La diferencia con los de Bruselas radica en que en esta la repetición de las series corría a cargo de atelier diferentes mientras que en los Gobelinos los dirigía siempre la misma manufactura, por lo que se consideran copias.
El secreto de la admirable conservación de estas tapicerías está en usar unas tinturas de colores naturales resistentes a la acción del sol.
Otras manufacturas francesas importantes son las de Beauvais, Aubusson y Felletin, todas ellas con carácter real. La importancia de estas manufacturas radica en el elevado número de tapices que se han subastado durante los últimos años. Debemos señalar que de estas colgaduras es difícil determinar el licero y en los catálogos sólo figura la fábrica y el año. El precio medio de estas tapicerías oscila entre los 15.000 € (2.500.000 P ) y los 30.000 € (5.000.000 P ).
La manufactura de Beauvais fue fundada por Luis XIV en 1644 a favor de Louis Hinart, mercader de tapices parisiense, para cubrir la demanda de la nobleza, deseosa de poder adquirir colgaduras para sus palacios. Los primeros operarios provenían de Flandes.
La manufactura de Aubusson obtuvo el título de fábrica real de Luis XIV en 1665. La de Felletin la obtuvo en 1662. Estas dos manufacturas tuvieron una producción muy modesta.